OPINIóN

El precio de no elegir: cuando la política se cobra en cuotas

En tiempos de abstención y desencanto, recordar que el voto es más que una obligación: es la defensa de intereses y derechos. La experiencia de Tierra del Fuego lo deja en evidencia.

Foto @fobiaresistencia

Una columna de Nueva Mirada Radio

En un escenario de creciente desencanto con la política y participaciones electorales alarmantemente bajas –Chaco 51%, CABA 52%, Santa Fe 53%–, es urgente recuperar el sentido profundo del voto. No como un trámite, sino como una herramienta de transformación social y defensa de los propios intereses.

Lo que ocurre hoy con Tierra del Fuego es un ejemplo concreto: miles de personas votaron por una fuerza política que prometió "bajar los costos" y "terminar con privilegios". Pero esas promesas se tradujeron en una medida que podría destruir el principal polo industrial del sur del país, dejando a miles de familias sin trabajo y debilitando la soberanía nacional.

En una entrevista realizada por el medio Indisciplinadxs, varios trabajadores de Tierra del Fuego que apoyaron a Javier Milei en las últimas elecciones reconocieron que ahora ven el error de esa decisión. Entendieron, a partir del impacto directo en sus vidas, que el voto tiene consecuencias.

A veces se vota con bronca, otras con desinterés o frustración. Pero incluso cuando no se elige con esperanza, se puede votar con claridad: sabiendo al menos a quién no votar. Quienes hoy toman decisiones que perjudican a una sociedad entera llegaron al poder por medio del voto. Y ese mismo voto puede ser el límite.

La democracia no se agota en el voto, pero sin voto consciente no hay posibilidad de construir un futuro distinto. Hoy, más que nunca, votar es resistir y cuidar lo que se tiene. Porque cuando se pierde, cuesta mucho recuperarlo.

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