VIOLENCIAS

Triple femicidio en Varela: cuando el odio patriarcal y el ajuste liberal matan

El femicidio de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez expone la crueldad de la cultura patriarcal y la falta de políticas de género. Entre el ajuste, el desempleo y la violencia simbólica, la sociedad vuelve a gritar Ni Una Menos.

Una columna de opinión de Nueva Mirada

El triple femicidio de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez en Florencio Varela sacudió al país entero. Las tres jóvenes, vistas por última vez en La Tablada el viernes pasado, fueron encontradas descuartizadas en una vivienda de Villa Vatteone. La brutalidad del hecho, que derivó en cuatro detenidos acusados de homicidio agravado, muestra con crudeza que la violencia machista no se detiene y que el Estado se retira cada vez más de su responsabilidad de prevenir, asistir y garantizar justicia.

Desde la eliminación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, la política de género en Argentina entró en un desmantelamiento sistemático. Las resoluciones 291/2025 y 292/2025 dieron de baja programas fundamentales como Acompañar, Producir, Igualar, Menstruar o Sembrar Igualdad, además de las Escuelas Populares y el Registro de Promotoras Territoriales. La línea 144 sigue funcionando, pero con recortes, sin intérprete de lengua de señas y sin capacidad de seguimiento. La Ley Micaela quedó paralizada y el Programa de Apoyo Urgente a familiares de víctimas dejó de entregar asistencia en 2024. El ajuste se mide en vidas: en Argentina hoy una mujer es asesinada cada 28 horas.

Las tres víctimas, según relataron sus familias, estaban buscando trabajo. Ese dato no es menor: la desocupación golpea más fuerte a las jóvenes mujeres (16,1%) que a los varones (13,6%). El capitalismo feroz y el ajuste liberal empujan a las más vulnerables a la precarización, a veces a la prostitución como forma de subsistencia, y las dejan más expuestas a la violencia.

Pero la raíz de la violencia femicida no está solo en el desfinanciamiento. Se alimenta de una cultura patriarcal que convierte los cuerpos de las mujeres en objetos descartables. “Rica y estudiosa” vale más que “pobre y trola”, pero todas valen menos que el cuerpo del matador, encarnación última de este estado de las cosas. En esa jerarquía brutal, las mujeres se convierten en cosas: muñecas que se usan y se tiran, globos pinchados, vidas descartables.

La violencia simbólica es el laboratorio cultural de la violencia física. Un trend en TikTok donde varones simulan meter a una chica en una bolsa de consorcio y cargarla en una trafic blanca puede parecer un chiste. En realidad es la pedagogía de la crueldad: un ensayo de femicidio en versión entretenimiento. Lo banal prepara el terreno para lo real. 

Lo mismo ocurre con coberturas mediáticas que convierten el dolor en espectáculo, que describen torturas con morbo o remarcan que las jóvenes eran prostitutas como si la precariedad explicara o justificara su final. No informan: refuerzan la maquinaria de la crueldad. Una sociedad que se ríe de mujeres en bolsas se prepara para encontrarlas muertas adentro. Una sociedad que consume femicidios como espectáculo fabrica femicidios como destino.

Este triple femicidio, además, ocurre en un clima político marcado por el discurso de odio del presidente contra las mujeres y las diversidades. No se trata solo de un asesino y sus cómplices: hay una maquinaria cultural, política y económica que habilita la violencia y le da impunidad.

La respuesta fue inmediata. Desde Buenos Aires hasta las provincias, miles se manifestaron para decir otra vez Ni Una Menos. Corrientes no fue la excepción: en la Plaza Cabral mujeres y diversidades se concentraron con bronca y dolor para denunciar que el patriarcado y el ajuste liberal están cobrando vidas. El grito es nacional y urgente: no son casos aislados, son políticas de muerte.

Manifestación en Corrientes Capital, Plaza Cabral. Foto de Dahiana Vega.

El femicidio de Morena, Lara y Brenda obliga a pensar más allá de lo policial. La violencia machista no se combate con discursos vacíos, sino con recursos, con voluntad política y con un cambio estructural que cuestione al patriarcado y al capital. Mientras el gobierno recorta y se burla, las calles siguen gritando por las que faltan.

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