OPINIóN

No es la falta de debate, es la política económica

Las controversias internas del Gobierno nacional no son por la falta de ámbitos de debate como planteó la vicepresidenta, sino por la política económica que llevan adelante el presidente, su núcleo duro, y Martín Guzmán. Más inflación, más desigualdad, más precariedad laboral y trabajadores registrados pobres, son las consecuencias de ese modelo.

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No es la falta de debate, es la política económica

(Por Diego Silva)

La vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, afirmó que las diferencias al interior de la coalición gobernante se deben a un “debate de ideas”. Por lo que se infiere que la resolución se podría dar en una mesa donde los actores principales del frente lleguen a una síntesis entre sus diferentes visiones.

No obstante, el problema por el que atraviesa el Gobierno del Frente de Todos parecer ser más profundo, y se centraliza en la política económica que llevan adelante, con exclusividad, el presidente, Alberto Fernández, junto a su grupo más cercano (Matías Kulfas, Claudio Moroni) y el ministro de Economía, Martín Guzmán.

Una política económica que en la micro tiene como resultados principales una mayor desigualdad, más precariedad laboral y el nuevo fenómeno de los trabajadores registrados pobres. La causa principal parece ser una sola: la inflación. Que está siendo la herramienta principal para la transferencia de recursos del Trabajo al Capital.

Una política económica que tiene como resultados principales una mayor desigualdad, más precariedad laboral y el nuevo fenómeno de los trabajadores registrados pobres. La causa principal parece ser una sola: la inflación.

Mauricio Macri abandonó la Casa Rosada con una inflación del 53,8%, hasta ese momento la más alta desde la última hiper de 1991. El actual Gobierno superó esa marca, cuando en marzo la suba del Índice de Precios al Consumidor fue del 6,7%, alcanzando una inflación interanual del 55,1%.

Una de las consecuencias fue que los grandes empresarios pasaron de apropiarse el 50,5 al 54,3% de la producción total del país. Mientras que la participación de los trabajadores en esa riqueza descendió del 48 al 43,1%.

Asimismo, el Salario Mínimo, Vital y Móvil perdió en el primer trimestre de este año todo lo que había recuperado en el 2021. Por tal motivo, volvió a ubicarse en los valores más bajos desde 2004; y, en comparación con 2012, retrocedió un 41,5% en términos reales.

Otro de los efectos de la inflación se refleja en la caída de los salarios. Entre enero de 2017 y enero de 2022, descendieron 18,5% en términos reales. Mientras que los asalariados privados perdieron un 15,3%, los informales vieron caer sus ingresos un 26,2%.

Este último dato toma mayor dimensión ya que, en la recuperación del empleo que se observó en los últimos meses, lo que más aumentó es el trabajo informal y los monotributistas. Entre el tercer trimestre de 2016 e igual período de 2021, el empleo asalariado registrado cayó 1,7 puntos, mientras que el empleo informal aumentó 1,4 puntos.

En el último año, en tanto, los puestos de trabajo registrados crecieron un 3,2%. Al desglosar, se advierte que el número de asalariados privados aumentó un 2,6%, el monotributo social subió un 23,4% y el monotributo independiente registró un incremento del 5,7%.

Un ajuste fiscal y monetario siempre irá en contra del fortalecimiento del mercado interno y la recuperación del poder adquisitivo de las y los trabajadores. Y un modelo exportador que acumule dólares solo para pagar deuda externa va en contramano de la industralización del país.

Un último dato para sintetizar el modelo económico que inició Macri y, con matices, lo continúa el Gobierno del FdT, es que el 31,5% de los trabajadores argentinos eran pobres en el primer semestre de 2021. Aquí también los que peor la pasan son los precarizados: el 50, 6% de los asalariados informales y 54,3% de los cuentapropistas no profesionales están bajo la línea de la pobreza.

Según Cristina Fernández de Kirchner, la inflación alta no se debe a la emisión monetaria. Para ello señaló que en el 2015 la base monetaria comparada con el Producto Bruto Interno (PIB) era de 8,5% y en 2021 descendió al 6%. Mientras que el dinero circulante en poder del público en 2015 fue del 5,9%; y 2021 del 3,9%.

Es decir, en el mismo momento que se redujo la emisión monetaria y la circulación de billetes en la calle, creció la inflación.

Más allá de la evidencia presentada por la vicepresidenta, Guzmán le respondió insistiendo con la teoría ortodoxa. "No es consistente pensar que el Estado puede vivir de pedir prestado o de una moneda que la gente quiere menos”, dijo y agregó que “si decimos que hay bimonetarismo hay que ser cuidadoso con la emisión y con lo fiscal".

Guzmán ya fue el artífice del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el cual Argentina, al cabo de tres años, le deberá al organismo de crédito lo mismo o más del pasivo dejado por la Administración de Mauricio Macri.

Otra de las críticas fuertes de Cristina en su discurso del viernes pasado fue sobre los modelos de producción, exportación y salarios bajos. Aunque dijo referirse a otros países latinoamericanos, la caracterización bien le cabe al modelo que impulsa el Gobierno que aún integra.

Son dos modelos de país diferentes que difícilmente pueda resolverse en una mesa de debate. 

Según Cristina, uno de los resultados de ese modelo debería ser tener más dólares en el Banco Central. Algo que precisamente no está pasado en Argentina, donde el Bcra perdió entre 2020 y 2021, 8.300 millones de dólares para financiar amortizaciones e intereses de la deuda del sector privado. A lo que debe sumarse los pagos por capital e intereses de la deuda con el FMI, que acumularon 5.200 millones de dólares el año pasado.

La consecuencia de esta política es la escasez de reservas propias en el Banco Central, a pesar del superávit comercial de 30.000 millones de dólares que tuvo el país en esos dos años.

Como diría el general, la única verdad es la realidad: una política basada en un permanente ajuste fiscal y monetario, siempre irá en contra del fortalecimiento del mercado interno a partir de la recuperación del poder adquisitivo de las y los trabajadores. Así como un modelo exportador que acumule dólares solo para pagar deuda externa va en contramano de un proyecto que promueva la industralización del país.

Son dos modelos de país diferentes, que defienden intereses distintos, y difícilmente pueda resolverse en una mesa de debate. Es necesaria una acción política que saque al campo nacional y popular de la quietud en la que se encuentra para torcer lo que ya sucedió el año pasado y aparece como algo cada vez más probable de cara al 2023: una derrota en manos de una derecha que viene por todo.